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dimarts, 1 de novembre del 2016

El héroe de los arrozales. Cuento japonés

                             Japón
             El héroe de los arrozales

 Taro vivía feliz con su abuelo en una casa en lo alto de la montaña. Desde allí se divisaban los interminables campos de arroz que se extendían por la ladera. Abajo, en una estrecha franja de tierra, se veía la diminuta aldea. Al fondo, junto a las humildes casas, el mar en calma.
Un día, el abuelo de Taro vio en el horizonte algo que le llamó mucho la atención. Un temor repentino hizo palidecer al anciano, que corrió hacia la casa.
-¡Taro, Taro!- gritó con angustia.
Al oír la llamada nerviosa del abuelo el niño acudió rápidamente.
-¿Qué pasa, abuelo? ¿Por qué gritas así?
-¡Deprisa, hijo! Toma esto y ven conmigo.
Entonces el hombre entregó a su nieto una de las dos ramas que había prendido con fuego de la chimenea.
Taro, sin saber qué ocurría, siguió a su abuelo camino de los arrozales.
-¡Vamos Taro! ¡Hay que prender fuego a los campos!- ordenó el abuelo.
-Pero, abuelo... ¡Arruinaremos las cosechas!
El muchacho no entendía por qué había que destruir aquellos arrozales, tan necesarios para su vida y para la de todos los habitantes de la aldea.
-¡Rápido, haz lo que te digo! ¡No hay tiempo que perder! Luego te lo explicaré todo.
Con lágrimas en los ojos y muy asustado, Taro hizo lo que le mandaba su abuelo. El arroz estaba ya granado y las plantas, casi secas, rápidamente fueron pasto del fuego.
Desde la aldea los vecinos vieron las llamas y enseguida sonó la voz de alarma_
-¡Fuego! ¡Hay fuego en los arrozales!
Todos, sin excepción, corrieron hacia la montaña. Juntos debían intentar sofocar aquel incendio que iba a devorar los sembrados. No quedó nadie en el pueblo.
Mientras todos los habitantes de la aldea se encontraban en la ladera de la montaña apagando el fuego, escucharon un terrible rugido que provenía del mar. Cuando los campesinos se volvieron a ver qué ocurrí, presenciaron una escena sobrecogedora: Una ola gigantesca se elevaba de la superficie del mar. En unos segundos, aquella hola rompió sobre la aldea, que quedó arrasada por completo. Las aguas se llevaron todo lo que encontraron a su paso. Ni los más ancianos del lugar recordaban un maremoto tan terrible.
-No tenía otra manera de avisaros para que subieseis hasta aquí- dijo el abuelo.
Yo no fue necesaria ninguna otra explicación. Los campesinos y el propio Taro lo entendieron todo.
Debido al incendio, todos habían abandonado rápidamente sus obligaciones para acudir a los campos. De no haber sido por eso, las aguas los habrían arrastrado.

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